A propósito del World Pride Madrid 2017
De Krafft-Ebbing a Freud; de Freud a las revueltas de los años 60 y la irrupción del feminismo; de estas a la aparición del SIDA y la reivindicación de la homosexualidad; y de aquí a la fecha, en la que se exacerba la diversidad de las expresiones dentro de la sexualidad y se cuestionan los límites de lo normal/patológico dictado por la ciencia moderna, lo sexual se ha convertido en objeto de constante redefinición y reclasificación, en origen de patologías neuróticas y actos fallidos, explicación última de la cultura y verdad donde se legitiman y construyen identidades socio-políticas. La sexualidad hoy no sólo se vende y se consume, sino que vende y consume estrategias de supervivencia, felicidad y éxito personal.
Dentro de las propias ideas de un impulso sexual esencial, constante e invariable, necesitado de una normación o regulación proveniente de estructuras sociales como el Estado o la familia, la religión o la política, por su espíritu constructivo/destructivo, se han canalizado proyectos y movimientos liberadores por el reconocimiento de la diversidad y el derecho de las llamadas minorías sexuales. Esta es la razón por la que algunos han tratado de hacer coincidir a cristianos y freudianos y por ello la sexualidad lleva dentro de sí la paradoja de su propia crisis. Si es regulación es también transgresión, esencia de lo erótico, el culto a la corporalidad y al gesto, rito que diferencia lo humano de lo animal.
Hoy la pregunta sobre la relación entre natura y cultura ha dejado de tener un sentido determinativo – lo cual no significa que no existan instituciones aún ancladas en la idea de la existencia de actos legitimados esencialmente en leyes naturales – . No cabe dudas que lo sexual no está determinado única y exclusivamente por una ley natural como tampoco parece ser inmutable y de sentido estrictamente universal. La sexualidad es diversa porque produce diversidades humanas, y porque es producida por diversidad de sujetos en la pluridimensionalidad de la cultura. La sexualidad es culturalidad.
Pero la arquitectura falocrática dominante sigue empecinada en acostumbrarnos a observar su maqueta como la cumbre de la civilización humana y para ello acosa cualquier acto que pudiera constituir una vejación a este orden. La homosexualidad y los homosexuales se han visto envueltos, a lo largo del tiempo, en esta maraña. Con un origen perdido – ya sea en la historia o en la ciencia – a esta forma de expresión de la sexualidad y a aquellos que la experimentan, se les ha hundido en un mar de intrigas y maquinaciones, y se les ha acosado para obligarlos a simular la efectividad de los tratamientos paliativos a su “desorden conductual”. Como singular acólito: la hoguera, la cárcel y las terapias médicas.
Texto Original: Robledo Díaz, Luis, Homosexualidad – Familia: acoso y simetrías